El llamado del Papa a educar para el servicio
Hoy, cuando muchas instituciones enfrentan cuestionamientos, las universidades siguen siendo uno de los pocos espacios donde la confianza permanece viva. Según la Encuesta Bicentenario UC 2025, son la institución que genera mayor nivel de confianza en la sociedad, alcanzando un 55%. En un contexto de incertidumbre, estos datos muestran que las instituciones capaces de dialogar, escuchar y acompañar siguen siendo referentes de cohesión y esperanza. En esa misma línea, la confianza en la iglesia católica crece por quinto año consecutivo llegando al 22%.
Por Chantal Jouannet Valderrama y Cristián Núñez Durán
El desafío está en cómo las universidades transforman esa confianza en compromiso real con el país. En la Pontificia Universidad Católica de Chile, más de 8.000 estudiantes, 200 docentes y 227 cursos participan en experiencias de Aprendizaje Servicio (A+S), una metodología que une aula y comunidad, ampliando la presencia territorial de la UC y fortaleciendo su compromiso con el desarrollo del país.
Porque —como bien lo dijo el rector Juan Carlos de la Llera— “el país necesita ayuda, qué duda cabe. En momentos de desconfianza, las universidades debemos jugar un papel activo, propositivo y contingente, que logre conformar espacios de solución a estas múltiples necesidades latentes que Chile requiere resolver con celeridad.”
La historia del Aprendizaje Servicio en la UC hunde sus raíces en la visión inspirada por la constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae de San Juan Pablo II, que llama a las universidades católicas del mundo a involucrarse en los problemas de sus sociedades, con especial atención hacia los más vulnerables. Esa visión dialoga armónicamente con el Sueño UC: “contribuir a la transformación de la sociedad, proyectando nuestra identidad a través de la formación, la creación, el descubrimiento, la reflexión y el servicio.”
A propósito del sexagésimo aniversario de la declaración conciliar Gravissimus Educationis, el papa León XIV acaba de escribir su primera carta apostólica, convocando a las “constelaciones educativas” católicas a diseñar nuevos mapas de esperanza para que, inspiradas en el Evangelio, sean “capaces de leer los tiempos, de custodiar la unidad entre la fe y la razón, entre el pensamiento y la vida, entre el conocimiento y la justicia” (1.2).
En su carta, y ante los grandes desafíos que se presentan para la labor educativa actual, el Papa destaca la necesidad de ser conscientes de que la educación cristiana es una tarea comunitaria, “una obra coral: nadie educa solo. La comunidad educativa es un «nosotros» en el que el docente, el estudiante, la familia, el personal administrativo y de servicio, los pastores y la sociedad civil convergen para generar vida” (3.1). Ante el creciente individualismo, León XIV pone su esperanza en una educación que se proponga formar “ciudadanos capaces de servir y creyentes capaces de dar testimonio, hombres y mujeres más libres, que ya no están solos” (5.1).
Por tanto, esta visión comunitaria de la educación exige creatividad, salir de la sala de clases y dejar de lado la mirada reduccionista que limita el proceso educativo a prácticas en las que el docente se constituye en una fuente catedrática de conocimiento, y el estudiante en un mero depositario pasivo. En este sentido, el Papa llama especialmente a las universidades católicas a “ofrecer «diaconía de la cultura», menos cátedras y más mesas donde sentarse juntos, sin jerarquías innecesarias, para tocar las heridas de la historia y buscar, en el Espíritu, sabidurías que nacen de la vida de los pueblos” (10.1).
Es en este contexto que se comprende la promoción que hace el Papa para que las universidades promuevan Aprendizaje Servicio (A+S) como una metodología activa que involucra al docente, estudiantes y miembros de organizaciones sociales, configurando un espacio educativo donde todos aprenden, enseñan y transforman la realidad de manera corresponsable. En esta metodología, estos tres actores se sientan en la mesa del aprendizaje, y en una reflexión en que se integra aprendizaje significativo, servicio de calidad y formación valórica, el estudiante desarrolla todas sus dimensiones humanas y comprende cómo su profesión impactará a la sociedad. mide en función de la dignidad, la justicia y la capacidad de servir al bien común” (4.2).
En la Universidad Católica de Chile llevamos 20 años promoviendo esta metodología dentro y fuera de nuestra universidad, y hoy más que nunca, quienes estamos involucrados en la bella labor de educar, no podemos hacer oídos sordos a este llamado. En un mundo tan fragmentado necesitamos unirnos y avanzar en un modelo que efectivamente sea un faro para la sociedad. Como sostiene el Papa “La educación católica tiene la tarea de reconstruir la confianza en un mundo marcado por los conflictos y los miedos, recordando que somos hijos y no huérfanos” (4.3).
Chantal Jouannet Valderrama
Dirección de Enseñanza e Innovación Docente, CDDoc.
Vicerrectoría Académica UC
Cristián Núñez Durán
Académico Facultad de Teología UC
Director del Centro UC de Estudios Interdisciplinarios en Edith Stein